Capítulo 53: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores y experimentado en quebranto”


Isaías: Los tiempos del cumplimiento, un comentario versículo por versículo por Iván D. Sanderson, está disponible en forma impresa en Deseret Book y Amazon.com y como un e-libro en español y en inglés para Kindle.

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Este pequeño capítulo, el cual consiste de sólo 12 versículos, es sin duda la única profecía más importante del Antiguo Testamento que predice la venida del Mesías.[1] El Capítulo 53 es citado por los escritores del Nuevo Testamento más que cualquier otro— por lo menos 10 veces.[2] Las alusiones en el Nuevo Testamento siguen la redacción de la Septuaginta.[3] Este capítulo es también la fuente del texto para cinco de las presentaciones musicales en la obra El Mesías de Händel.

Los capítulos 48 al 54 son citados en total o en parte en el Libro de Mormón,[4] se explican y se exponen en detalle. El capítulo 53 es citado en el Libro de Mormón por el profeta Abinadí, que testificó de la venida del Señor Jesucristo. El relato del ministerio y profecía de Abinadí se da en Mosíah capítulos 11 al 17.  La alusión al capítulo 53 de Isaías se encuentra en Mosíah 14;  él comenta sobre los escritos de Isaías en los dos capítulos que siguen a la cita, confirmando que el siervo que sufre descrito en este capítulo es el Mesías.[5] La redacción del relato de Abinadí es casi igual como la que aparece en la traducción de Reina-Valera (2009). Las diferencias significativas, donde se mencionan, se presentan en letra cursiva en este comentario.

Los doce versículos de este capítulo, junto con los versículos 13 al 15 del capítulo 52, comprenden el último de cuatro cánticos de siervo reconocidos en los escritos de Isaías.[6] En un cántico de siervo las características del siervo del Señor son presentadas como un salmo. Como expone Isaías en los cuatro cánticos de siervo, Cristo es el mejor ejemplo de un siervo—sirviendo fielmente a Su Padre y obedeciéndolo en todas las cosas.[7] Varios profetas incluyendo a Isaías[8] también cumplen los criterios para un siervo del Señor.[9] Otros que ejemplifican cualidades cristianas como siervos incluyen a José Smith, el profeta de la restauración;[10] a los santos de los últimos días;[11] a la casa de Israel cuando sea digna;[12] y posiblemente otros.  En este cántico de siervo, Isaías describe la humillación y los sufrimientos a los que el Mesías sería sometido al efectuar el sacrificio supremo requerido por la expiación. Porque Él sufrió por nuestros pecados y dio Su propia vida para nuestro bien, Él proporciona la resurrección para cada uno de nosotros e  intercede por los pecadores arrepentidos.

El versículo 1, el cual consta de dos frases paralelas, plantea y contesta dos preguntas simultáneamente: “¿Quién ha creído nuestro mensaje? ¿Y a quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” Abinadí introduce la cita de Isaías con: “Sí, ¿no dice Isaías…?”, insertado al principio del versículo 1.[13] Este versículo parece como si fuera una ecuación algebraica. Las dos frases son iguales, con la “y” sirviendo como el signo de igual. Por lo tanto, la respuesta a la pregunta “¿Quién ha creído nuestro mensaje?” es “[aquel] a quién se ha manifestado el brazo de Jehová”. A la inversa, la respuesta para la pregunta “¿A quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” es “quien ha creído nuestro mensaje”. Esto expresa una ley eterna e inmutable: la fe es necesaria antes de la revelación; las bendiciones espirituales son dadas a los fieles, cuyas mentes y pensamientos ya están fundadas sobre la creencia.[14] Las dos frases paralelas son complementarias—ni una,  ni la  otra frase proporcionan el significado entero. La idea completa se entiende sólo cuando ambas frases se consideran juntas. “Nuestro mensaje” significa el testimonio de todos los profetas quienes predijeron la venida del Mesías.[15]

Juan, en el Nuevo Testamento, cita este versículo:

«Pero, a pesar de haber hecho tantos milagros delante de ellos, no creían en él,
«para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo:
Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?
¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?»[16]

Pablo también cita este versículo: “Mas no todos obedecieron el evangelio, pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?”[17] Ambas declaraciones confirman el significado de que la fe es requerida antes que las bendiciones o revelación sean recibidas o las curaciones físicas puedan ocurrir.

Numerosos acontecimientos en la vida de Jesucristo son citados por los escritores en el Nuevo Testamento como cumplimiento de profecías mesiánicas.[18]

Aplicando este pasaje a nuestro día, Bruce R. McConkie enseñó:

«¿Quién creerá nuestras palabras, y quién escuchará nuestro mensaje? ¿Quién honrará el nombre de José Smith y aceptará el Evangelio que fue restaurado por medio de él?
«A esto respondemos: Las mismas personas que hubieran creído en las palabras de Jesús y de los apóstoles y profetas de antaño, si hubieran vivido en esa época.
«Si creéis en las palabras de José Smith, también habríais creído en lo que Jesús y los apóstoles dijeron.
«Si rechazáis a José Smith y su mensaje, también habríais rechazado a Pedro y a Pablo con el suyo.
«Si aceptáis a los profetas que el Señor os envía en vuestra época, en esa forma también aceptáis al Señor que los envió.
«Si rechazáis el evangelio restaurado y le encontráis defectos al plan de salvación enseñado por aquellos a quienes Dios ha enviado en estos últimos días, habríais rechazado esas mismas enseñanzas vertidas por los labios de los profetas y apóstoles de la antigüedad».[19]

El versículo 2 predice la vida temprana de Jesús: “Porque subirá cual renuevo delante de él y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él ni hermosura; y cuando le veamos, no habrá en él atractivo para que le deseemos”. El Mesías prometido crecería bajo condiciones humildes, sin gloria del mundo o de majestad, para que los hombres no fueran atraídos a Él a causa de las circunstancias mundanas. El significado hebreo de “no hay parecer en él ni hermosura” es “no es por su apariencia».  La sociedad en la que Él crecería le negaría el honor mundano. Él crecería en una cultura donde se carecía de capacidad para la alimentación espiritual, que se describe aquí metafóricamente como “tierra seca”. Su fuerza de espíritu sería intrínseca, viniendo con Él desde los cielos—tan extraño como una planta tierna que surge espontáneamente de la tierra seca.

Abinadí predice la venida del Mesías, exponiendo sus comentarios sobre los escritos de Isaías: “…Quisiera que entendieseis que Dios mismo descenderá entre los hijos de los hombres, y redimirá a su pueblo”.[20] El mismo Creador del cielo y la tierra— Él, quien habló con los profetas de la antigüedad; Él, quien partió el Mar Rojo para que Israel que huía masivamente viajara hacia la seguridad por un sendero seco en el fondo del mar—Él Mismo vendría como el Redentor, el Mesías prometido.

Lucas, en el Nuevo Testamento, describe el cumplimiento:

«Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días en que ella había de dar a luz.
«Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón».[21]

El versículo 3 describe la persecución e humillación que sufriría el Señor: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores y experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos”. Abinadí amplifica:

«Y así la carne, habiéndose sujetado al Espíritu, o el Hijo al Padre, siendo un Dios, sufre tentaciones, pero no cede a ellas, sino que permite que su pueblo se burle de él, y lo azote, y lo eche fuera, y lo repudie».[22]

A pesar de ser el pueblo del convenio del Señor, quienes deberían haberlo recibido con los brazos abiertos, los judíos lo rechazarían a causa de su maldad penetrante y ceguera espiritual. Jacob, en el Libro de Mormón, lo explica:

«Por tanto, como os dije, debe ser menester que Cristo—pues anoche me dijo el ángel que ése sería su nombre—venga entre los judíos, entre aquellos que son de los más inicuos del mundo; y ellos lo crucificarán. Porque así conviene a nuestro Dios, y no hay ninguna otra nación sobre la tierra que crucificaría a su Dios».[23]

Howard W. Hunter enseñó: “Jesús no fue ajeno a la angustia, el dolor y los bofetones. Es imposible describir la carga que él soportó, ni tenemos la sabiduría necesaria para comprender la descripción que de él hizo el profeta Isaías cuando habló del ‘varón de dolores.’”[24]

El versículo 3—junto con Isaías 50:6—es celebrado como texto en El Mesías de Händel, parte 2 núm. 23—Contralto. “Despreciado y desechado”.

El versículo 4 predice: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, y nosotros le tuvimos por azotado, herido por Dios y afligido.[25] Jacob exclama:

«¡Oh, cuán grande es la santidad de nuestro Dios! Pues él sabe todas las cosas, y no existe nada sin que él lo sepa.
«Y viene al mundo para salvar a todos los hombres, si éstos escuchan su voz; porque he aquí, él sufre los dolores de todos los hombres, sí, los dolores de toda criatura viviente, tanto hombres como mujeres y niños, que pertenecen a la familia de Adán».[26]

Cristo tomó sobre sí nuestros dolores, para que pudiera ofrecer las bendiciones de salvación para toda la familia humana.

Mateo describe otra manera por la cual esta profecía sería cumplida:

«Y cuando era ya tarde, trajeron a él muchos endemoniados; y echó fuera los demonios con su palabra y sanó a todos los enfermos,
«para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias».[27]

No sólo tomaría sobre sí las dolorosas consecuencias de nuestros pecados, proporcionándonos el medio para el arrepentimiento y el perdón; Él sanó las enfermedades físicas de muchos por Su poder divino, restaurándolos a la salud—sirviendo su curación física como un símbolo para la purificación espiritual y la redención. Él continúa haciendo lo mismo aún hasta hoy,  por medio de Sus representantes debidamente ordenados.

Los versículos 3 y 4 contienen un quiasma:

A: (3) Despreciado y desechado entre los hombres,
B: varón de dolores
C: y experimentado en quebranto;
D: y como que escondimos de él el rostro,
E: fue menospreciado
E: y no lo estimamos.
D: (4) Ciertamente llevó él
C:  nuestras enfermedades
B: y sufrió nuestros dolores,
A: y nosotros le tuvimos por azotado, herido por Dios y afligido.

Al llevar a cabo la expiación, Jesucristo sería despreciado y rechazado. Él conocería nuestros sufrimientos porque Él Mismo los llevó. Sin embargo, Su pueblo—quienes deberían haberlo recibido con gratitud por causa del don inmensurable que Él concedería sobre toda la humanidad—lo rechazaría. El enfoque de este quiasma es “fue menospreciado y no lo estimamos”, alrededor del cual se desarrolla la estructura poética. “Y como que escondimos de él el rostro” se complementa con “ciertamente llevó él [nuestras enfermedades]”. “Experimentado en quebranto” se complementa con “nuestras enfermedades”, para enseñarnos en qué clase de quebranto tuvo experiencia. “Varón de dolores” se asemeja a “sufrió nuestros dolores”; y “despreciado y desechado entre los hombres” se complementa con “nosotros le tuvimos por azotado, herido por Dios y afligido”.

El versículo 5 explica aún más: “Mas él herido fue por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados”. Aquí Isaías presenta una paradoja: Por el escarnio de Cristo a nosotros se nos concede la paz; y por Sus heridas—la humillación física, el sufrimiento y la muerte—somos sanados. La comparación—un contraste literario—acentúa en nuestras mentes, tanto la severidad del sufrimiento que el Señor padeció para poder redimirnos de nuestros pecados, como la paz infinita que podemos obtener por el arrepentimiento. “Paz” se traduce del hebreo shalowm, que también significa “bienestar” o “salud”.[28] El sacrificio expiatorio del Mesías nos sana.

Pedro, en el Nuevo Testamento, cita el versículo 5:  “Él mismo [Jesucristo] llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados”.[29]

Los versículos 4 y 5 se celebran en la música en la obra El Mesías de Händel, parte 2 núm. 24—Coro, “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades”. También, el versículo 5 ha sido adaptado a la música en el Mesías de Händel, parte 2 núm. 25—Coro, “Por sus heridas fuimos nosotros sanados”.

Lucas describe los acontecimientos incomparables que rodearon al Señor al tomar sobre Sí Mismo los pecados de toda la humanidad:

«Y saliendo [Jesús], se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
«Y cuando llegó a aquel lugar [Getsemaní[30]], les dijo: Orad para que no entréis en tentación.
«Y él se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
«diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
«Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
«Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían a tierra».[31]

En Doctrina y Convenios, el Señor describe Su sufrimiento inmensurable:

«Así que, te mando que te arrepientas; arrepiéntete, no sea que te hiera con la vara de mi boca, y con mi enojo, y con mi ira, y sean tus padecimientos dolorosos; cuán dolorosos no lo sabes; cuán intensos no lo sabes; sí, cuán difíciles de aguantar no lo sabes.
«Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten;
«mas si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo;
«padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar.
«Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis preparativos para con los hijos de los hombres.
«Por lo que otra vez te mando que te arrepientas, no sea que te humille con mi omnipotencia; y que confieses tus pecados para que no sufras estos castigos de que he hablado, los cuales en muy pequeño grado, sí, en grado mínimo probaste en la ocasión en que retiré mi Espíritu».[32]

A causa de Su sacrificio expiatorio, el Señor puede permitir que Su misericordia satisfaga las demandas de la justicia. La justicia es la ley inmutable que trae consecuencias para las acciones.[33] Debido a la ley de justicia, recibimos bendiciones cuando obedecemos los mandamientos de Dios.[34] La justicia también demanda que un castigo sea pagado por cada pecado cometido, requiere que ninguna cosa impura sea permitida morar con Dios.[35] Cuando el Salvador llevó a cabo la Expiación, tomó sobre sí nuestros pecados. Fue capaz de satisfacer las demandas de la ley,[36] porque Él se sujetó al castigo que la ley requiere por nuestros pecados. Así, habiendo satisfecho las exigencias de la justicia les extendió misericordia a todos los que se arrepientan y Lo sigan.[37] Porque Él ha pagado el precio por nuestros pecados, no tendremos que sufrir ese castigo si nos arrepentimos.[38]

La misericordia es mostrada hacia cada uno de nosotros cuando Dios nos perdona de nuestros pecados.[39] Tal compasión puede parecer estar en conflicto con la ley de la justicia, pero la expiación de Jesucristo lo hizo posible “…para que Dios sea un Dios perfecto, justo y misericordioso también”.[40] El Salvador satisfizo las demandas de la justicia cuando se puso en nuestro lugar y sufrió el castigo por nuestros pecados. A causa de este acto generoso, el Padre puede retener misericordiosamente el castigo de nosotros y recibirnos en Su presencia. Para recibir el perdón del Señor, nosotros debemos arrepentirnos sinceramente de nuestros pecados. Como el profeta Alma enseñó, “…la justicia ejerce todos sus derechos, y también la misericordia reclama cuanto le pertenece; y así, nadie se salva sino los que verdaderamente se arrepienten”.[41]

El versículo 6 describe el estado caído y pecaminoso de la humanidad: “Todos nosotros nos hemos descarriado como ovejas; cada cual se ha apartado por su propio camino; mas Jehová cargó en él la iniquidad de todos nosotros”. Abinadí, en el Libro de Mormón, lo dice así: “…las iniquidades de todos nosotros”.[42] “Cada cual se ha apartado por su propio camino” significa que habían dejado la vía estrecha y angosta del Señor, y que habían abandonado su conocimiento del plan de salvación.[43] El Señor Jesucristo—el mismo que se conocía como Jehová en el Antiguo Testamento—tomó sobre sí los pecados de toda la humanidad. Mateo, en el Nuevo Testamento, proclama que esta profecía ha sido cumplida, por el sufrimiento de Cristo en Getsemaní y sobre la cruz.[44]

El Señor, en la escritura moderna, utiliza palabras semejantes para describir la iniquidad de la humanidad en los últimos días:

«No buscan al Señor para establecer su justicia, antes todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio dios, cuya imagen es a semejanza del mundo y cuya substancia es la de un ídolo que se envejece y perecerá en Babilonia, sí, Babilonia la grande que caerá» (énfasis añadido).[45]

El versículo 6 comprende el texto para El Mesías de Händel, parte 2 núm. 26—Coro, “Nos hemos descarriado como ovejas”.

El versículo 7 describe acontecimientos que precedieron inmediatamente la crucifixión del Señor: “Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores enmudeció, así no abrió su boca”. Abinadí testificó: “Y tras de todo esto, después de obrar muchos grandes milagros entre los hijos de los hombres, será conducido, sí, según dijo Isaías: Como la oveja permanece muda ante el trasquilador, así él no abrió su boca”.[46]

Frecuentemente, Nefi usaba el título “el cordero de Dios” al referirse a Jesucristo. Cuarenta y cuatro referencias de “el cordero” aparecen solamente en la visión de Nefi en 1 Nefi 11 al 14. El uso de este título por Nefi pudo haber sido basado en el uso por Isaías aquí en el versículo 7.[47] Este título se refiere al sacrificio infinito que ofrecería Jesucristo dando su propia vida, simbolizado bajo la Ley de Moisés por el cordero expiatorio ceremonial.[48]

Lucas, en el Nuevo Testamento, describe el cumplimiento de esta profecía:

«Y Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, porque hacía mucho tiempo que deseaba verle; porque había oído acerca de él muchas cosas y tenía esperanzas de que le vería hacer algún milagro.
«Y le preguntaba con muchas palabras, pero él nada le respondió.
«Y estaban allí los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.
«Entonces Herodes, con sus soldados, le menospreció y le escarneció, vistiéndole con un manto espléndido; y volvió a enviarle a Pilato».[49]

Los versículos 6 y 7 contienen un quiasma:

A: (6) Todos nosotros nos hemos descarriado como ovejas; cada cual se ha apartado por su propio camino;.
B: mas Jehová cargó en él la iniquidad de todos nosotros.
C: (7) Fue oprimido
C: y afligido, pero no abrió su boca;
B: como cordero fue llevado al matadero;
A: y como oveja delante de sus trasquiladores enmudeció, así no abrió su boca.

En este quiasma el Señor Jesucristo y el sacrificio infinito es simbolizado por el cordero expiatorio bajo la ley de Moisés, el cual representó el sufrimiento, la crucifixión y la muerte del Redentor. “Jehová cargó en él la iniquidad de todos nosotros” complementa “como cordero fue llevado al matadero”.  En la primera frase del quiasma todos nosotros somos como ovejas; en la última frase Jesucristo se compara con una oveja.

El versículo 7 contiene un quiasma distinto:[50]

A: (7) Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca;
B: como cordero fue llevado al matadero;
B: y como oveja delante de sus trasquiladores enmudeció
A: así no abrió su boca.

El Señor se negaría a responder a la indagación de Herodes, quien tuvo el poder de preservar Su vida o condenarlo a la muerte. “Pero no abrió su boca” se asemeja a “así no abrió su boca”. “Como cordero fue llevado al matadero” es equivalente a “como oveja delante de sus trasquiladores”, atestiguando que el sufrimiento y la muerte de Cristo—el sacrificio culminante bajo la ley de Moisés—era simbolizado por el cordero expiatorio ceremonial.

El versículo 8 predice la muerte de Cristo: “De la cárcel y del juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la declarará? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes; por la transgresión de mi pueblo fue herido”. En el Libro de Mormón leemos: “…por las transgresiones de mi pueblo…”.[51] La traducción Reina-Valera (2009) usa “cárcel”, así como varias otras traducciones Bíblicas modernas.[52] Sin embargo, no hay registro en el Nuevo Testamento en que haya sido puesto Jesús en la cárcel, aunque fue tomado a la fuerza, detenido y azotado; las facilidades para azotar y otras formas de tormento estaban presentes comúnmente en las prisiones antiguas. “Juicio” significa “equidad”; las acciones de los judíos fueron completamente injustas, e ilegales bajo su propia ley.[53] “Su generación, ¿quién la declarará?” afirma el origen divino de Jesús—literalmente, el Hijo unigénito del Padre.[54]

Abinadí explica el significado doctrinal en detalle:

«Sí, aun de este modo será llevado, crucificado y muerto, la carne quedando sujeta hasta la muerte, la voluntad del Hijo siendo absorbida en la voluntad del Padre.
«Y así Dios rompe las ligaduras de la muerte, habiendo logrado la victoria sobre la muerte; dando al Hijo poder para interceder por los hijos de los hombres,
«habiendo ascendido al cielo, henchidas de misericordia sus entrañas, lleno de compasión por los hijos de los hombres; interponiéndose entre ellos y la justicia; habiendo quebrantado los lazos de la muerte, tomado sobre sí la iniquidad y las transgresiones de ellos, habiéndolos redimido y satisfecho las exigencias de la justicia».[55]

Lucas, en el Nuevo Testamento, registró la crucifixión y muerte de Jesús:

«Y cuando llegaron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
«Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
«Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él junto con ellos, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Mesías, el escogido de Dios.
«También los soldados se burlaban de él, acercándose y ofreciéndole vinagre,
«y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
«Y había también sobre él un título escrito con letras griegas, y latinas y hebreas: Éste es el rey de los Judíos….
«Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
«Y cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
«Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por en medio.
«Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. habiendo dicho esto, expiró.
«Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo».[56]

El versículo 8 se celebra en El Mesías de Händel, parte 2 núm. 31—Recitativo por Tenor, “Fue arrancado de la tierra de los vivientes”.

Los versículos 7 y 8 son citados en Hechos:

«Y acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías y dijo: Pero, ¿entiendes lo que lees?
«Y él dijo: ¿Y cómo podré si alguno no me enseña? Y rogó a Felipe que subiese y se sentase con él.
«Y el pasaje de la Escritura que leía era éste: Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca.
«En su humillación no se le hizo justicia; mas su generación, ¿quién la contará? Porque su vida fue quitada de la tierra».[57]

Es de notar que en esta versión del versículo 8 “humillación” reemplaza “cárcel”, siguiendo la redacción de la Septuaginta.

El versículo 9 predice la sepultura de Cristo: “Y él dispuso con los inicuos su sepultura y con el rico fue en su muerte; aunque nunca hizo él maldad, ni hubo engaño en su boca”. Su asociación con los inicuos en la muerte se refiere a los dos ladrones con quienes fue crucificado,[58] y fue en una tumba prestada que era propiedad de un hombre rico, José de Arimatea, donde fue enterrado.[59] La declaración de Isaías que Él nunca hizo maldad y que no hubo engaño en su boca atestigua del estado sin pecado de Jesús.

El apóstol Pedro cita el versículo 9:

«Porque para esto fuisteis llamados, pues también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pasos;
«quien no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca;
«quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba al que juzga justamente» (énfasis añadido).[60]

Los versículos 8 y 9 contienen un quiasma:

A: (8) De la cárcel y del juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la declarará? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes;
B: por la transgresión de mi pueblo fue herido.
C: (9) Y él dispuso con los inicuos su sepultura
C: y con el rico fue en su muerte;
B: aunque nunca hizo él maldad,
A: ni hubo engaño en su boca.

Las declaraciones contrastantes en este quiasma atestiguan de la inocencia de Cristo y de la injusticia del juicio y la sentencia dictada sobre Él. “De la cárcel y del juicio fue quitado”  contrasta con “ni hubo engaño en su boca”; y “por la transgresión de mi pueblo fue herido” es antitético a “aunque nunca hizo él maldad”.

El versículo 10 describe las grandes bendiciones y la exaltación que serían otorgadas por Dios el Padre al Señor Jesucristo a causa de Su disposición de sufrir y morir por nuestros pecados: “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su alma como ofrenda por la culpa, verá su linaje, prolongará sus días, y la voluntad de Jehová prosperará en su mano”. Habiendo sido restaurado después de haber sido azotado, los días del Señor siendo prolongados y viendo Su posteridad aluden a Su resurrección gloriosa, las “primicias de los que durmieron”.[61]

Dios el Padre no tuvo ningún placer en presenciar el sufrimiento de Su Hijo Amado. Más bien, Él se complació por la obediencia completa de Su hijo en llevar a cabo la expiación, para la salvación de toda la humanidad, bajo la condición del arrepentimiento.

El uso por Isaías de “Jehová”—traducido del hebreo Yahovah[62] o YHWH—en este versículo puede parecer problemático. El significado en hebreo de este sagrado nombre es “Yo soy el que soy”,[63] o sea el Dios que verdaderamente existe—lo que se aplicaría tanto al Padre como al Hijo. El propósito de Isaías no fue el de presentar las cosas en una forma inequívoca, pero sí en una manera que pudieran ser entendidas por medio de la influencia del Espíritu.[64] En un capítulo previo Isaías usó “Jehová” mientras que el Señor resucitado, al citar el mismo versículo a los nefitas, usó “el Padre”.[65] El uso por Isaías de “Jehová” para representar al Padre no es contradictorio, porque el Señor Jesucristo, quien es Jehová del Antiguo Testamento, testificó durante Su ministerio mortal que todo lo que Él hacía fue para cumplir con los mandamientos que le fueron dados por el Padre.[66] Todo lo que Dios el Padre y Su hijo Jesucristo hacen está en unidad total.[67]

Abinadí expone:

«Y ahora os digo: ¿Quién declarará su generación? He aquí, os digo que cuando su alma haya sido tornada en ofrenda por el pecado, él verá su posteridad. Y ahora, ¿qué decís vosotros? ¿Quién será su posteridad?
«He aquí, os digo que quien ha oído las palabras de los profetas, sí, todos los santos profetas que han profetizado concerniente a la venida del Señor, os digo que todos aquellos que han escuchado sus palabras y creído que el Señor redimirá a su pueblo, y han esperado anhelosamente ese día para la remisión de sus pecados, os digo que éstos son su posteridad, o sea, son los herederos del reino de Dios.
«Porque éstos son aquellos cuyos pecados él ha tomado sobre sí; éstos son aquellos por quienes ha muerto, para redimirlos de sus transgresiones. Y bien, ¿no son ellos su posteridad?»[68]

Debido a Su sacrificio redentor, el Señor Jesucristo viene a ser el Padre, espiritualmente, de los que se benefician de ello—o sea, el Padre de su salvación. Esto concuerda y proporciona explicación para la declaración por Isaías: “…y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (énfasis añadido).[69]

Bruce R. McConkie testificó:

«Y ahora, en lo que concierne a esta expiación perfecta, realizada mediante el derramamiento de la sangre de Dios, testifico que tuvo lugar en Getsemaní y en Gólgota. Y con respecto a Jesucristo, testifico que es el Hijo del Dios viviente y que fue crucificado por los pecados del mundo. Él es nuestro Señor, nuestro Dios y nuestro Rey. Esto lo sé por mí mismo, independiente de cualquier otra persona.
«Soy uno de sus testigos, y en un día cercano palparé las marcas de los clavos en sus manos y en sus pies y bañaré sus pies con mis lágrimas. Pero en ese momento mi conocimiento no será más firme de lo que actualmente lo es, de que Él es el Hijo Todopoderoso de Dios, que es nuestro Salvador y Redentor, y que solamente recibimos la salvación mediante su sangre expiatoria».[70]

En el versículo 11, Dios el Padre habla concerniente a Su Hijo: “Por la aflicción de su alma verá y quedará satisfecho; por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y él llevará las iniquidades de ellos”. Abinadí lo presenta así: “Verá el afán de su alma, y quedará satisfecho; con su conocimiento, mi justo siervo justificará a muchos; porque llevará las iniquidades de ellos”.[71] El Padre se refiere a Su Hijo como “mi siervo justo” porque Jesús le sirvió con toda fidelidad y obediencia.[72] Aquí el Padre declara Su satisfacción con la expiación, que se llevaría a cabo por el sufrimiento y la muerte del Señor Jesucristo.

En el versículo 12, el Padre promete grandes bendiciones a Su Hijo, Jesucristo: “Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los poderosos repartirá el botín; porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado con los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos e intercedido por los transgresores”. Dios el Padre le hace a Su hijo, Jesucristo, el heredero de todo lo que posee.[73] El ser contado con los transgresores ocurrió cuando el Señor fue crucificado entre dos ladrones. El llevar el pecado de muchos y el hacer intercesión por los transgresores describen Su sacrificio expiatorio que hace posible la salvación.

Marcos declara el cumplimiento de la profecía del versículo 12: “Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Y con los inicuos fue contado” (énfasis añadido).[74]

En Doctrina y Convenios, José Smith da testimonio del evangelio:

«Y éste es el evangelio, las buenas nuevas, que la voz de los cielos nos testificó:
«Que vino al mundo, sí, Jesús, para ser crucificado por el mundo y para llevar los pecados del mundo, y para santificarlo y limpiarlo de toda iniquidad;
«para que por medio de él fuesen salvos todos aquellos a quienes el Padre había puesto en su poder y había hecho mediante él».[75]

Los versículos 10 al 12 contienen un quiasma:

A: (10) Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo,
B: sujetándole a padecimiento.
C: Cuando haya puesto su alma como ofrenda por la culpa,
D: verá su linaje,
E: prolongará sus días,
E: y la voluntad de Jehová prosperará en su mano.
D: (11) Por la aflicción de su alma verá y quedará satisfecho;
C: por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos,
B: y él llevará las iniquidades de ellos.
A: (12) Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los poderosos repartirá el botín; porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado con los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos e intercedido por los transgresores.

En este quiasma los significados escondidos se clarifican mediante el emparejamiento de frases. “Jehová quiso quebrantarlo” se complementa con “…porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado con los transgresores”. “Sujetándole a padecimiento” se compara con “él llevará las iniquidades de ellos”; y “cuando haya puesto su alma como ofrenda por la culpa” se complementa con “por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos”. La expiación—que se llevó a cabo por el sufrimiento y la muerte del Redentor—hace posible que la humanidad sea limpiada del pecado por medio de la intercesión de Cristo.

Abinadí resume, añadiendo elocuentemente su testigo personal después de citar la totalidad del capítulo 53 al inicuo rey Noé y su corte:

«Mas hay una resurrección; por tanto, no hay victoria para el sepulcro, y el aguijón de la muerte es consumido en Cristo.
«Él es la luz y la vida del mundo; sí, una luz que es infinita, que nunca se puede extinguir; sí, y también una vida que es infinita, para que no haya más muerte.
«Y esto que es mortal se vestirá de inmortalidad, y esta corrupción se vestirá de incorrupción, y todos serán llevados a comparecer ante el tribunal de Dios, para ser juzgados por él según sus obras, ya fueren buenas o malas—
«Y ahora bien, ¿no debéis temblar y arrepentiros de vuestros pecados, y recordar que solamente en Cristo y mediante él podéis ser salvos?
«Así pues, si enseñáis la ley de Moisés, enseñad también que es un símbolo de aquellas cosas que están por venir;
«enseñadles que la redención viene por medio de Cristo el Señor…».[76]

Notas


[1]. Véase también Isaías 7:14; 9:6; 11:1; 59:20.

[2]. Bible Dictionary—Quotations [Diccionario bíblico—Citas].

[3]. Véase English Translation of the Septuagint [Traducción al inglés de la Septuaginta] : Sir Lancelot Charles Lee Brenton (1807-1862); publicado originalmente por Samuel Bagster & Sons, Ltd., Londres, 1851. Al presente, es disponible en el sitio del web “Christian Classics Ethereal Library [Biblioteca de obras clásicas cristianas etéreas]” (CCEL),  http://www.ccel.org/bible/brenton/Isaiah/index.html. Según la información presentada, cada documento en ese sito del web es del dominio público y puede ser usado para cualquier propósito.

[4]. Isaías 48 y 49 se citan en 1 Nefi 20 y 21; Isaías 50 y 51 se citan en 2 Nefi 7 y 8; Isaías 52:1-2 se cita en 2 Nefi 8:24-25; Isaías 52:1-3 se cita en 3 Nefi 20:36-38; Isaías 52:6-7 se cita en 3 Nefi 20:39-40; Isaías 52:7-10 se cita en Mosíah 12:21-24; Isaías 52:8-10 se cita en 3 Nefi 20:32-35; Isaías 52:11-15 se cita en 3 Nefi 20:41-45; Isaías 53 se cita en Mosíah 14; e Isaías 54 se cita en 3 Nefi 22.

[5]. Véase Mosíah 15:1-31.

[6].Victor L. Ludlow, Isaiah: Prophet, Seer, and Poet [Isaías: Profeta, Vidente, y Poeta]: Deseret Book Company, Salt Lake City, Utah, 1982, pág. 358-360. Ludlow, 1982, pág. 358-360. Los cuatro cánticos de siervo se hallan en Isaías 42:1-4, 49:1-6; 50:4-9 y 52:13 al 53:12.

[7]. Véase Juan 6:38.

[8]. Véase Isaías 49:5; Amós 3:7; Apocalipsis 10:7.

[9]. Ludlow, 1982, pág. 358-360.

[10]. Véase Doctrina y Convenios 1:17, 29; 19:13; 28:2; 35:17-18.

[11]. Véase Doctrina y Convenios 1:6; 42:63; 44:1; 68:5-6; 133:30, 32.

[12]. Véase Isaías 41:8-10 y su respectivo comentario.

[13]. Mosíah 14:1.

[14]. Véase Éter12:6; Doctrina y Convenios 105:19. Contrastar con Mateo 12:39; 16:4.

[15]. Véase Mosíah 13:33; 3 Nefi 11:10; 15:10; 20:24; Helamán 8:19-22.

[16]. Juan 12:37-38.

[17]. Romanos 10:16.

[18]. Véase Mateo 1:22-23 (Isaías 7:14); Mateo 2:15 (Hosea 11:1); Mateo 2:17-18 (Jeremías 31:15); Mateo 2:23 (lost scripture); Mateo 4:14-16 (Isaías 9:1-2); Mateo 8:16-17 (Isaías 1:5, 53:6); Mateo 12:17-20 (Isaías 42:1-3); Mateo 13:14 (Isaías 6:10); Mateo 13:35 (Salmos 78:2); Mateo 21:4-5 (Isaías 62:11, Zacarías 9:9-11); Mateo 26:56 (Isaías 2:3, 54:13); Mateo 27:9 ( Zacarías 11:12, “Jeremías”); Mateo 27:35 (Salmos 22:18); Marcos 4:11-12 (Isaías 6:10); Marcos 15:28 (Isaías 53:12); Lucas 4:18-21 (Isaías 61:1-2); Juan 12:37-38 (Isaías 53:1):Juan 12:40 (Isaías 61:1-2); Juan 13:18 (Salmos 41:9); Juan 15:25 ( Salmos 69:4); Juan 17:12, 18:9 (lost scripture); Juan 19:24 (Salmos 22:18); Juan 19:28 (Salmos 69:21); Juan 19:36 (Éxodo 12:46); Hechos 1:16 (Salmos 41:9); Hechos 3:18.

[19]. Bruce R. McConkie, “¿Creeréis o no?” Liahona, Febrero de 1982, pág. 83-88.

[20]. Mosíah 15:1.

[21]. Lucas 2:6-7.

[22]. Mosíah 15:5.

[23]. 2 Nefi 10:3.

[24]. Howard W. Hunter, “Cristo, el mar se encrespa”, Liahona, Enero de 1985, pág. 29.

[25]. D. Kelly Ogden, “Isaiah Chapter Review [Resúmen del Capítulo de Isaías]: Mosíah 14/Isaías 53”, Book of Mormon Reference Companion: Dennis L. Largey, ed., Deseret Book Company, Salt Lake City, UT, 2003, pág. 394.

[26]. 2 Nefi 9:20-21.

[27]. Mateo 8:16-17.

[28]. Brown et al., 1996, Número de Strong 7965, pág. 1022.

[29]. 1 Pedro 2:24.

[30]. Véase Mateo 26:36; también Marcos 14:32.

[31]. Lucas 22:39-44.

[32]. Doctrina y Convenios 19:15-20.

[33]. Véase True to the Faith, a Gospel Reference [Fiel a la fe, una referencia para el evangelio]: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, protegido como propiedad intelectual por Intellectual Reserve, Inc., 2004, “Justice [justicia]”, pág. 91-92.

[34]. Véase Doctrina y Convenios 130:20-21.

[35]. Véase 1 Nefi 10:21.

[36]. 2 Nefi 2:7.

[37]. Véase Mosíah 15:9; Alma 34:14-16.

[38]. Véase Doctrina y Convenios 19:15-20.

[39]. Véase True to the Faith [Fiel a la fe, una referencia para el evangelio], 2004, “Mercy [la misericordia]”, pág. 102-103.

[40]. Alma 42:15.

[41]. Alma 42:24; see Alma 22-23, 25.

[42]. Mosíah 14:6.

[43]. Véase Isaías 26:7-8; 28:7; 40:3; 55:7 y su respectivo comentario.

[44]. Véase Mateo 8:17; see Isaías 6:10, su respectivo comentario y apostilla.

[45]. Doctrina y Convenios 1:16.

[46]. Mosíah 15:6.

[47]. Véase también Moisés 7:47.

[48]. Véase Levítico 14:12-20; Génesis 22:7-8; Éxodo 12:3-10, 21; 29:39-41.

[49]. Lucas 23:8-11.

[50]. Donald W. Parry, Harmonizing Isaiah [La Armonización de Isaías]: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies (FARMS) [Fundación para Investigación Clásica y Estudios Mormones] en Brigham Young University, Provo, Utah, EE.UU., 2001, pág. 263.

[51]. Mosíah 14:8.

[52]. Específicamente, la traducción inglesa de King James y la del latín de Jerónimo. Las traducciones Bíblicas que se usaron para hacer comparaciones en este comentario fueron accedidos en “The Unbound Bible” [La Biblia no encuadernada] sitio de web en http://unbound.biola.edu. El sitio web es proporcionado y mantenido por Biola University, Administrative Computing, 3800 Biola Ave., La Mirada, California 90639.

[53].  Véase Isaías 1:21; 30:18; 32:1; 33:5; 41:1; 49:4.

[54]. Véase Juan 3:16.

[55]. Mosíah 15:7-9.

[56]. Lucas 23:33-38, 44-47. Véase también Mateo 27:33-51; Marcos 15:22-39; Juan 19:16-37.

[57]. Hechos 8:30-33.

[58]. Véase Lucas 23:32, 39-43.

[59]. Véase Lucas 23:50-53.

[60]. 1 Pedro 2:21-23.

[61]. 1 Corintios 15:20.

[62]. F. Brown, S. Driver, y C. Briggs, The Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon [Léxico Hebreo e Inglés de Brown, Driver y Briggs]: Hendrickson Publishers, Peabody, MA, 01961-3473, 1996, Número de Strong 3068, pág. 217-218.

[63] . Véase Éxodo 3:14.

[64]. Véase Isaías 6:9 y su respectivo comentario.

[65]. Véase Isaías 52:9; Compárese 3 Nefi 20:34.

[66]. Véase Juan 8:28-29; 15:10; Moises 4:2..

[67]. Véase 3 Nefi 11:27 y Juan 10:30.

[68]. Mosíah 15:10-12.

[69]. Isaías 9:6.

[70]. Bruce R. McConkie, “El poder purificador de Getsemaní”, Liahona, Julio de 1985, pág. 11.

[71]. Mosíah 14:11.

[72]. Véase Isaías 42:1 y su respectivo comentario; Compárese Mateo 12:18.

[73]. Hebreos 1:1-2.

[74]. Marcos 15:27-28; see Lucas 22:37; también Isaías 6:10, su respectivo comentario y apostilla.

[75]. Doctrina y Convenios 76:40-42.

[76]. Mosíah 16:8-10, 13-15.

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